Seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dèse acceso a la verdad y a la introducciòn de las luces y de la ilustraciòn. No se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interès universal; no creamos que con ella se atacarà jamàs impunemente al mèrito y a la virtud, porque hablando por sì mismos en su favor y teniendo siempre por àrbitro imparcial al pueblo, se reduciràn a polvo los escritos de los que, indignamente, osàsen atacarles.
Es justo que los pueblos esperen todo bueno de sus dignos representantes; pero tambièn es conveniente que aprendan por sì mismos lo que es debido a sus intereses y derechos.
La verdad, como la virtud, tienen en sì mismas su màs incontestable apologìa; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo. Si se oponen restricciones al discurso, vegetarà el espìritu como la materia, la preocupaciòn, el fanatismo y el embrutecimiento, haràn la divisa de los pueblos, y causaràn para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria.
MARIANO MORENO
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