Por el Capitán de Ultramar Sergio Dorrego
El 31 de marzo de 1982,
luego de un viaje como Segundo Oficial al Norte de Europa en el B/M “Lago
Lacar” de ELMA S.A., desembarqué para inscribirme y rendir los exámenes de
ascenso. Tan sólo dos días después se realizan las acciones militares cuyo
resultado fue la recuperación de las Islas Malvinas al Territorio Nacional.
El día 3 de Abril me convoca la empresa para incorporarme a la tripulación
del B/M “Río Neuquen”, que debía
llevar material logístico al Sur
Argentino para aprovisionar los efectivos que custodiaban las Islas
recuperadas, por lo que embarqué como
Segundo Oficial a la espera de las operaciones de carga para luego realizar
el viaje hacia la costa patagónica, a consecuencia de posteriores movimientos
de tripulantes, se tomó la decisión de completar la dotación con Oficiales con
mayor experiencia en ese tipo de buques, y desembarque el 8 de Abril, quedando
a la orden de la empresa.
Pocos días después, el 13 de Abril, embarqué en el B/M “Río
Carcarañá”, que se encontraba amarrado en el Dique 4 de Puerto Madero a la espera de su destino final de
venta y desguace.
Pero la situación cambió
rápidamente y con la designación del Capitán
Edgardo Dell Elicine para comandar la unidad y la incorporación del resto
de la tripulación, se puso al buque en
condiciones de navegabilidad, se lo giró a la Dársena C de Puerto Nuevo y se
procedió a la carga de municiones, cañones antiaéreos, unidades de transporte
terrestre, víveres frescos en la bodega frigorífica, un equipo móvil provisto
con sistema de lanzamiento de cohetes y tambores de nafta común, súper y
combustible para aviones en ambas bandas sobre cubierta a modo de troja, para
su transporte al sur argentino.
El día 22 de Abril se produce la
partida del Río Carcarañá del Puerto de Buenos Aires y en esa noche,
habiendo abandonado los límites del Río
de la Plata exterior, el comando de la nave reúne en su camarote al Consejo de Oficiales para informarles
que nuestro destino final era Puerto
Argentino, en la Isla Soledad,
y que el éxito de nuestra misión se sustentaba en abastecer en forma directa a
nuestros compatriotas establecidos en las Islas.
Navegamos a vista de costa
durante varios días hasta establecer rumbo sudeste a fin de recalar al sur de
la Isla Gran Malvina, esa noche nos
desplazamos en sigilosa, sin luces de navegación, con los ojos de buey tapados
para evitar todo destello lumínico que pudiera advertir nuestra presencia, y si
bien las crónicas confirman que fuimos detectados por un submarino británico, arribamos a Puerto Argentino el 26 de Abril
por la noche y fondeamos a la espera de entregar nuestra preciada carga.
Allí permanecimos junto al B/M “Formosa” que días antes había
arribado y se encontraba en plena operación de descarga, nos acompañaban
intermitentemente las unidades Forrest,
Monsunen, el motovelero Penélope,
el Guardacostas Río Iguazú y el
tristemente hundido “Isla de los
Estados” que nos mantenían al tanto de la situación y transbordaban
parte de nuestra carga ante la imposibilidad de acceder a muelle, dado las
dimensiones y calado del Río Carcarañá
y la precaria infraestructura portuaria malvinense.
El
bautismo de fuego se produjo el 1º. de Mayo. En esa madrugada la
aviación inglesa decidió realizar la primera acción bélica mediante el ataque
aéreo a Puerto Argentino, allí
estaba el Río Carcarañá, con toda su
troja de combustible, que lo hacía un blanco fácil y explosivo, fondeado paralelo a la pista aérea, la
trazabilidad de los disparos podían verse en el agua calma de la bahía, la
divina providencia quiso que no impactaran en el buque ni su carga.
Cerca del mediodía, y ante
la vulnerabilidad que representaba permanecer en Puerto Argentino, se ordena a todas las embarcaciones emprender su
navegación y dejar el puerto hacia otros destinos más seguros. Así es como
levando anclas parte el Río Carcarañá
costeando hacia el sur de la Isla
Soledad, seguido del Formosa,
este último habiendo finalizado su cometido y descargado el material
transportado para nuestros compatriotas.
Al atardecer de ese día el Capitán Dell Elicine me ordena
concurrir a maniobra de anclas a efectos de fondear en bahía de Los Abrigos a la espera de continuar las operaciones de
descarga en una zona con mayor seguridad para el objetivo estratégico, pero
pocos minutos antes, con las anclas a la pendura, el buque Formosa emite una señal de auxilio que indica ser atacada por
aviones enemigos, ante esta circunstancia, se aborta la maniobra de fondeo y se
inicia navegación para la asistencia del Formosa
en peligro.
Poco antes de llegar en su
auxilio, el Capitán del Formosa,
informa que se encuentra en condiciones de continuar navegación y se dirigirá
al continente con su desgraciada carga de una bomba sin detonar en el interior
de sus bodegas. Posteriormente se
conoció que el ataque resultó ser de un avión de la Fuerza Aérea Argentina que
desconocía la posición de los buques mercantes argentinos de logística y
abastecimiento.
Así las cosas, el Río Carcarañá se internó en las aguas
del Canal de San Carlos y, luego de
intercambiar mensajes con el Comando
Naval Malvinas a través de las embarcaciones que tenían comunicación
directa, fondeó en la Bahía Puerto Rey sobre
la costa central de la Isla Soledad
a fin de transbordar su carga.
Durante varios días se
fueron entregando a las embarcaciones que arribaban al costado las mercaderías,
en su mayor parte fueron receptadas por el Buque Isla de los Estados que era el
más versátil para las operaciones encaradas.
El 9 de Mayo, el Isla de los
Estados había concluido la descarga del Río Carcarañá y en horas de la noche preveía abandonar su costado
para emprender viaje a Puerto Howard en
la Isla Gran Malvina, por lo que se concretó una cena entre ambas
tripulaciones, celebrando la tarea cumplida y expresando los mayores deseos de
reencontrarnos en el futuro para rememorar la experiencia y entrega vivida.
Pero poco después de nuestra
despedida, y una vez iniciado su viaje el Isla
de los Estados, nos sorprendería saber que había sido nuestro último adiós
para aquellos héroes en la defensa de la Soberanía
Nacional. Esa noche en el medio del canal
de San Carlos la Fragata Inglesa Alacrity atacó arteramente al Isla de los Estados hundiéndolo en
minutos, y sólo dos de sus tripulantes consiguieron sobrevivir.
Esa misma noche, las
condiciones meteorológicas dieron un cambio significativo, generando un
temporal de dimensiones que obligó a tomar medidas extremas para mantener al
buque fuera del peligro de la costa, recuerdo que pase muchas horas en el
castillo de proa fondeando y virando ambas anclas alternativamente, de acuerdo
a las directivas del Capitán, para evitar que el buque derivara hacia la
costa.
Allí permanecimos, sin carga
en las bodegas, a la espera de encontrar condiciones para el regreso al
continente, cuando encontrándome en mi guardia de puente, el 16 de Mayo, fondeados en Puerto Rey, siendo las 14 horas sucedió
lo previsible: divisé dos aviones enemigos dentro del horizonte aéreo que se
encaminaban a atacar el Río Carcarañá. De inmediato alerté al Capitán y al
resto de la tripulación, todos nos refugiamos en el tronco de escalera de la
embarcación y con escasos minutos sentimos los estallidos de las bombas
destinadas a la Sala de Máquinas y las municiones de los cañones de treinta
milímetros que impactaban sobre el casillaje, los mamparos exteriores y traspasaban
los pasillos de los camarotes hasta el guardacalor. Nuestros espacios se colmaron de humo con fuerte olor a
pólvora, fueron tres embates de los Sea
Harrier y luego la calma.
Iniciamos la evaluación de
los daños sufridos, viendo con tristeza que el buque había sido inutilizado
para navegar, por lo que el Capitán
Dell Elicine ordena el abandono del buque con los medios de supervivencia
que aún estuvieran en condiciones de trasladarnos hasta la costa.
Lancha, bote y balsa
unidos y conteniendo a toda la
tripulación se encamina a llevar a tierra firme a este grupo de hombres unidos
por el desafío de salvaguardar la Soberanía Argentina en el archipiélago en el
marco de lo que mejor saben hacer, transportar mercaderías y maniobrar buques
mercantes en tiempos de paz y situaciones bélicas.
Los acontecimientos que
siguen a este relato se refieren a la actuación de la tripulación en tierra
malvinense, desde Puerto Rey fuimos
trasladados por la embarcación Forrest a
Bahía Zorro, al sur de la Isla Gran Malvina, donde luego de sepultar bajo
cristiana ceremonia y con los honores correspondientes, al Primer Oficial del Isla de los Estados José Esteban Bottaro,
desarrollamos tareas logísticas para colaborar con el Ejército Argentino destinado en esa posición, soportando a la
intemperie, en los primeros días el bombardeo aéreo y con el correr de los
acontecimientos el bombardeo naval que se concretaba desde las 22 horas hasta
las 6 de la mañana, habiéndonos refugiado en improvisados pozos, de
manufactura manual y casera, en la costa de la bahía.
El 5 de Junio, helicóptero mediante, la tripulación del Río Carcarañá es evacuada hacia el Buque Hospital
Bahía Paraíso, donde logramos bañarnos luego de 40 días sin higienización,
doy fe que luego de mi primera ducha, sintiendo todavía olores en mi cuerpo,
volví hasta tres veces a introducirme
bajo el agua.
Posteriormente recorrimos el Canal de San Carlos incorporando heridos y evacuados al Buque Hospital, y finalmente se puso
rumbo al continente, pero previo a arribar a puerto, dos helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina nos
trasladaron del buque hasta el
aeropuerto de Santa Cruz, donde nos esperaba un avión naval para llevarnos
a la Base Militar del Aeropuerto
Internacional de Ezeiza.
El 7 de Junio de madrugada arribamos a Ezeiza, a partir de allí somos
derivados a un micro que recorrería la Autopista
Richieri, la Avenida General Paz y cada tripulante podría descender
donde le resultara más conveniente a su domicilio. Mis sentimientos respecto del recorrido será de comentarios fuera de
este relato.
Recuerdo que bajé en Puente Saavedra pasadas las 8 de la
mañana y tomando un taxi, nos dirigimos
hacia nuestras casas con el Primer
Oficial Mario Appendino y el Primer Oficial de Radio Francisco Elizalde.
Comentario
Final:
No quiero dejar de expresar
mi inmensa gratitud al Capitán Edgardo
Dell Elicine por su gran poder de decisión en momentos de extremo riesgo y
su desvelo por resguardar la integridad de su tripulación.
También debo expresar el
orgullo y la admiración por el Señor
Jefe de Máquinas Nestor Zenobi, que no sólo actuó con encomiable
profesionalidad, sino que contribuyó a mantener el espíritu y la fortaleza de
toda la tripulación. Contaba en mi haber con 26 años de edad y su consejo y
aplomo me ayudaron a sobrellevar las angustias y crecer como persona y Marino
Mercante.
A la Tripulación del Buque Río Carcarañá, sepan que más allá de la
distancia siempre estarán presentes en mi vida y mi historia.
Gracias por haber sido
dignos al mandato de la Patria.
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