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miércoles, 16 de mayo de 2018

SER DIGNOS AL MANDATO DE LA PATRIA


Por el Capitán de Ultramar Sergio Dorrego

El 31 de marzo de 1982, luego de un viaje como Segundo Oficial al Norte de Europa en el B/M “Lago Lacar” de ELMA S.A., desembarqué para inscribirme y rendir los exámenes de ascenso. Tan sólo dos días después se realizan las acciones militares cuyo resultado fue la recuperación de las Islas Malvinas al Territorio Nacional.
El día 3 de Abril me convoca la empresa para incorporarme a la tripulación del B/M “Río Neuquen”, que debía llevar material logístico al Sur Argentino para aprovisionar los efectivos que custodiaban las Islas recuperadas, por lo que embarqué como Segundo Oficial a la espera de las operaciones de carga para luego realizar el viaje hacia la costa patagónica, a consecuencia de posteriores movimientos de tripulantes, se tomó la decisión de completar la dotación con Oficiales con mayor experiencia en ese tipo de buques, y desembarque el 8 de Abril, quedando a la orden de la empresa.
Pocos días después, el 13 de Abril, embarqué en el B/M “Río Carcarañá”, que se encontraba amarrado en el Dique 4 de Puerto Madero a la espera de su destino final de venta y desguace.
Pero la situación cambió rápidamente y con la designación del Capitán Edgardo Dell Elicine para comandar la unidad y la incorporación del resto de la tripulación,  se puso al buque en condiciones de navegabilidad, se lo giró a la Dársena C de Puerto Nuevo y se procedió a la carga de municiones, cañones antiaéreos, unidades de transporte terrestre, víveres frescos en la bodega frigorífica, un equipo móvil provisto con sistema de lanzamiento de cohetes y tambores de nafta común, súper y combustible para aviones en ambas bandas sobre cubierta a modo de troja, para su transporte al sur argentino.
El día 22 de Abril se produce la partida del Río Carcarañá del Puerto de Buenos Aires y en esa noche, habiendo abandonado los límites del Río de la Plata exterior, el comando de la nave reúne en su camarote al Consejo de Oficiales para informarles que nuestro destino final era Puerto Argentino, en la Isla Soledad, y que el éxito de nuestra misión se sustentaba en abastecer en forma directa a nuestros compatriotas establecidos en las Islas.
Navegamos a vista de costa durante varios días hasta establecer rumbo sudeste a fin de recalar al sur de la Isla Gran Malvina, esa noche nos desplazamos en sigilosa, sin luces de navegación, con los ojos de buey tapados para evitar todo destello lumínico que pudiera advertir nuestra presencia, y si bien las crónicas confirman que fuimos detectados por un submarino británico, arribamos a Puerto Argentino el 26 de Abril por la noche y fondeamos a la espera de entregar nuestra preciada carga.
Allí permanecimos junto al B/M “Formosa” que días antes había arribado y se encontraba en plena operación de descarga, nos acompañaban intermitentemente las unidades Forrest, Monsunen, el motovelero Penélope, el Guardacostas Río Iguazú y el tristemente hundido “Isla de los Estados” que nos mantenían al tanto de la situación y transbordaban parte de nuestra carga ante la imposibilidad de acceder a muelle, dado las dimensiones y calado del Río Carcarañá y la precaria infraestructura portuaria malvinense.
El bautismo de fuego se produjo el 1º. de Mayo. En esa madrugada la aviación inglesa decidió realizar la primera acción bélica mediante el ataque aéreo a Puerto Argentino, allí estaba el Río Carcarañá, con toda su troja de combustible, que lo hacía un blanco fácil y explosivo,  fondeado paralelo a la pista aérea, la trazabilidad de los disparos podían verse en el agua calma de la bahía, la divina providencia quiso que no impactaran en el buque ni su carga.
Cerca del mediodía, y ante la vulnerabilidad que representaba permanecer en Puerto Argentino, se ordena a todas las embarcaciones emprender su navegación y dejar el puerto hacia otros destinos más seguros. Así es como levando anclas parte el Río Carcarañá costeando hacia el sur de la Isla Soledad, seguido del Formosa, este último habiendo finalizado su cometido y descargado el material transportado para nuestros compatriotas.
Al atardecer de ese día el Capitán Dell Elicine me ordena concurrir a maniobra de anclas a efectos de fondear en bahía de Los Abrigos a la espera de continuar las operaciones de descarga en una zona con mayor seguridad para el objetivo estratégico, pero pocos minutos antes, con las anclas a la pendura, el buque Formosa emite una señal de auxilio que indica ser atacada por aviones enemigos, ante esta circunstancia, se aborta la maniobra de fondeo y se inicia navegación para la asistencia del Formosa en peligro.
Poco antes de llegar en su auxilio, el Capitán del Formosa, informa que se encuentra en condiciones de continuar navegación y se dirigirá al continente con su desgraciada carga de una bomba sin detonar en el interior de sus bodegas. Posteriormente se conoció que el ataque resultó ser de un avión de la Fuerza Aérea Argentina que desconocía la posición de los buques mercantes argentinos de logística y abastecimiento.
Así las cosas, el Río Carcarañá se internó en las aguas del Canal de San Carlos y, luego de intercambiar mensajes con el Comando Naval Malvinas a través de las embarcaciones que tenían comunicación directa, fondeó en la Bahía Puerto Rey sobre la costa central de la Isla Soledad a fin de transbordar su carga.
Durante varios días se fueron entregando a las embarcaciones que arribaban al costado las mercaderías, en su mayor parte fueron receptadas por el Buque Isla de los Estados que era el más versátil para las operaciones encaradas.
El 9 de Mayo, el Isla de los Estados había concluido la descarga del Río Carcarañá y en horas de la noche preveía abandonar su costado para emprender viaje a Puerto Howard en la Isla Gran Malvina, por lo que se concretó una cena entre ambas tripulaciones, celebrando la tarea cumplida y expresando los mayores deseos de reencontrarnos en el futuro para rememorar la experiencia y entrega vivida.
Pero poco después de nuestra despedida, y una vez iniciado su viaje el Isla de los Estados, nos sorprendería saber que había sido nuestro último adiós para aquellos héroes en la defensa de la Soberanía Nacional. Esa noche en el medio del canal de San Carlos la Fragata Inglesa Alacrity atacó arteramente al Isla de los Estados hundiéndolo en minutos, y sólo dos de sus tripulantes consiguieron sobrevivir.
Esa misma noche, las condiciones meteorológicas dieron un cambio significativo, generando un temporal de dimensiones que obligó a tomar medidas extremas para mantener al buque fuera del peligro de la costa, recuerdo que pase muchas horas en el castillo de proa fondeando y virando ambas anclas alternativamente, de acuerdo a las directivas del Capitán, para evitar que el buque derivara hacia la costa.  
Allí permanecimos, sin carga en las bodegas, a la espera de encontrar condiciones para el regreso al continente, cuando encontrándome en mi guardia de puente, el 16 de Mayo, fondeados en Puerto Rey, siendo las 14 horas sucedió lo previsible: divisé dos aviones enemigos dentro del horizonte aéreo que se encaminaban a atacar el Río Carcarañá. De inmediato alerté al Capitán y al resto de la tripulación, todos nos refugiamos en el tronco de escalera de la embarcación y con escasos minutos sentimos los estallidos de las bombas destinadas a la Sala de Máquinas y las municiones de los cañones de treinta milímetros que impactaban sobre el casillaje, los mamparos exteriores y traspasaban los pasillos de los camarotes hasta el guardacalor. Nuestros espacios  se colmaron de humo con fuerte olor a pólvora, fueron tres embates de los Sea Harrier y luego la calma.
Iniciamos la evaluación de los daños sufridos, viendo con tristeza que el buque había sido inutilizado para navegar, por lo que el Capitán Dell Elicine ordena el abandono del buque con los medios de supervivencia que aún estuvieran en condiciones de trasladarnos hasta la costa.
Lancha, bote y balsa unidos  y conteniendo a toda la tripulación se encamina a llevar a tierra firme a este grupo de hombres unidos por el desafío de salvaguardar la Soberanía Argentina en el archipiélago en el marco de lo que mejor saben hacer, transportar mercaderías y maniobrar buques mercantes en tiempos de paz y situaciones bélicas.
Los acontecimientos que siguen a este relato se refieren a la actuación de la tripulación en tierra malvinense, desde Puerto Rey fuimos trasladados por la embarcación Forrest a Bahía Zorro, al sur de la Isla Gran Malvina, donde luego de sepultar bajo cristiana ceremonia y con los honores correspondientes, al Primer Oficial del Isla de los Estados José Esteban Bottaro, desarrollamos tareas logísticas para colaborar con el Ejército Argentino destinado en esa posición, soportando a la intemperie, en los primeros días el bombardeo aéreo y con el correr de los acontecimientos el bombardeo naval que se concretaba desde las 22 horas hasta las 6 de la mañana, habiéndonos refugiado en improvisados pozos, de manufactura manual y casera, en la costa de la bahía.
El 5 de Junio, helicóptero mediante, la tripulación del Río Carcarañá es evacuada hacia el Buque Hospital Bahía Paraíso, donde logramos bañarnos luego de 40 días sin higienización, doy fe que luego de mi primera ducha, sintiendo todavía olores en mi cuerpo, volví hasta tres veces a  introducirme bajo el agua.
Posteriormente  recorrimos el Canal de San Carlos incorporando heridos y evacuados al Buque Hospital, y finalmente se puso rumbo al continente, pero previo a arribar a puerto, dos helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina nos trasladaron del buque hasta el aeropuerto de Santa Cruz, donde nos esperaba un avión naval para llevarnos a la Base Militar del Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
El 7 de Junio de madrugada arribamos a Ezeiza, a partir de allí somos derivados a un micro que recorrería la Autopista Richieri, la Avenida General Paz y cada tripulante podría descender donde le resultara más conveniente a su domicilio. Mis sentimientos respecto del recorrido será de comentarios fuera de este relato.
Recuerdo que bajé en Puente Saavedra pasadas las 8 de la mañana y tomando un taxi, nos dirigimos  hacia nuestras casas con el Primer Oficial Mario Appendino y el Primer Oficial de Radio Francisco Elizalde.
Comentario Final:
No quiero dejar de expresar mi inmensa gratitud al Capitán Edgardo Dell Elicine por su gran poder de decisión en momentos de extremo riesgo y su desvelo por resguardar la integridad de su tripulación.
También debo expresar el orgullo y la admiración por el Señor Jefe de Máquinas Nestor Zenobi, que no sólo actuó con encomiable profesionalidad, sino que contribuyó a mantener el espíritu y la fortaleza de toda la tripulación. Contaba en mi haber con 26 años de edad y su consejo y aplomo me ayudaron a sobrellevar las angustias y crecer como persona y Marino Mercante.
A la Tripulación del Buque Río Carcarañá, sepan que más allá de la distancia siempre estarán presentes en mi vida y mi historia.
Gracias por haber sido dignos al mandato de la Patria.

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